HISTORIA
El término "Lillo" podría derivarse del latín LILIUM que significa lirio.
La fundación de Lillo debió de ser muy antigua, de ello solo tenemos constancia por los restos arqueológicos encontrados en el cerro de San Antón y en Dancos.
En el cerro de San Antón se han localizado cerámicas realizadas a mano y una fuente-aljibe en la ladera noreste del cerro, vestigio de un sistema hidráulico de origen prehistórico. Debió existir un pueblo amurallado perteneciente al Bronce Pleno, hacia el 1500-1300 a. C.
En Dancos, as primeras intervenciones exploratorias del yacimiento han puesto de relieve un amplio registro arqueológico que abarca desde la Edad del Hierro hasta época medieval.
Se localizan en el término de Lillo restos arqueológicos romanos. Pocos datos existen de la época de la dominación romana y reconquista. Lillo debió ser reconquistado por Alfonso VIII y entregado a la Orden de San Juan. Después se entregó al Arzobispado de Toledo, en 1228. En el poder de la Mitra toledana permaneció Lillo mucho tiempo, siendo definido como lugar de La Guardia. Hasta que el arzobispo Don Juan Martínez de Contreras, previa licencia del rey Juan II de Castilla, otorgó carta de privilegio y ordenanzas para Lillo el 19 de diciembre de 1430. Contribuye en 1477 al sostenimiento de la Santa Hermandad. En 1576 seguía perteneciendo a los arzobispos de Toledo y forma parte de la gobernación de Yepes en lo civil y en lo eclesiástico del arciprestazgo de La Guardia. En 1584 fue comprada por Don Pedro López de Ayala (cuarto conde de Fuensalida). En esta progenie y en la de los condes de Miranda estuvo hasta la extinción de los señoríos.
Recomendamos el libro de Juan Gómez Díaz, “Lillo. Mi pueblo, su gente”, para profundizar en el tema.